lunes, 16 de marzo de 2009

MARCO TEORICO

2.1. PROGRAMA

2.1.1. El programa
Diseño de enseñanza y aprendizaje de contenidos elaborado por las responsables del proyecto. El objetivo de este es su aplicación. En contextos escolares y determinar el grado de efectividad en la interiorización, cambios de conductas, principios, ideas erróneas.(Hernández,2006; Plascencia,2007)

Un programa suele tener la siguiente estructura.
§ Justificación
§ Objetivos
§ Actividades
§ Evaluación

2.1.2. Características de un Programa Educativo

a. Versatilidad.- Hernández (2006:32) lo entiende como la adaptación a diversos contextos que proporciona a nuestro programa funcionalidad y adaptación de los medios didácticos (estrategias) a los distintos contextos y experiencias del personal docente de la I.E.
Para lograr esta versatilidad, en el programa, complementario “Realidad Turística de Piura”. Se requiere condiciones como:
Ser programable, permite la modificación cuando se requiere, atendiendo el grado de dificultad, el tiempo de las respuestas, y el número de usuarios.
Ser abierto, permite la modificación del marco teórico a medida que se avanza en la aplicación de las sesiones.
Incluir un sistema de evaluación y seguimiento, llevando un control sobre las actividades realizadas por los docentes sobre el nivel de dificultad, tiempo invertido, errores e itinerarios seguidos para resolver los problemas.
Promover el uso de materiales exclusivos del programa y la realización de actividades complementarias (entre grupos de aprendizaje).

b. La calidad de los contenidos, donde se tiene en cuenta mas allá de la selección y estructuración de los contenidos según las características de los usuarios, las siguientes cuestiones:
La información que se presenta debe ser correcta y actual, se presenta bien estructurada diferenciando adecuadamente: datos, objetivos, opiniones, etc.
No existe discriminaciones, los contenidos y los mensajes no son negativos ni tendenciosos y no hacen discriminaciones por razón de sexo, clases social, raza, religión y creencias.

c. Originalidad y uso de tecnología avanzada. El programa presenta materiales intrínsecamente potenciadores del proceso de aprendizaje favoreciendo la asociación de ideas y la creatividad, permitiendo la práctica de nuevas técnicas, la reducción del tiempo y del esfuerzo necesario para aprender y facilitar aprendizajes más completos y significativos. (Plascencia, 2007:23)

d. Capacidad de motivación. Se potencia significativamente al docente para que tenga la voluntad de aprender en modo significativo, relacionando los nuevos contenidos con el conocimiento almacenado en sus esquemas mentales. Se mantiene la curiosidad y el interés de los usuarios hacia la temática de su contenido sin provocar ansiedad.

e. Adecuación a los usuarios y a su ritmo de trabajo. Se tiene en cuenta las características iniciales de los docentes a los que se dirige el programa (desarrollo cognitivo, capacidades, intereses, necesidades) y los progresos que vayan realizando. Esta adecuación se manifiesta en dos ámbitos principales:
Contenidos: Que son los significativos para los docentes y están relacionados con situaciones y problemas de su interés.
Actividades: Tipo de interacción, duración, elementos motivacionales, niveles de dificultad, progresión y profundidad de los contenidos según los aprendizajes realizados.

f. Potencialidad de los recursos didácticos. Para estimular el desarrollo y habilidades metacognitivas y estrategias de aprendizaje en los docentes, que les permiten regular y evaluar su propia actividad de aprendizaje, provocando la reflexión sobre el conocimiento y sobre los métodos que utilizan al pensar, se pueden destacar:
Proponer diversos tipos de actividades que permitan diversas formas de utilización y de acercamiento al conocimiento. Utilizar organizadores previos al introducir los temas, síntesis, resúmenes y esquemas.
Incluir preguntas para orientar la relación de los nuevos conocimientos con los conocimientos anteriores de los docentes.

2.1.3. Tipos de Programas Educativos

De acuerdo con la información proporcionada en el folleto “pedagogía de valores” elaborado por el Instituto Juan Pablo II (2004), tenemos los siguientes tipos de programas:

a. Según la cobertura temporal
- Programa a largo plazo
- Programa mediano plazo
- Programa de corto plazo

b. Según su funcionalidad
- Programa para educación inicial
- Programa para educación primaria
- Programa para educación secundaria
- Programa para educación superior no universitaria.
- Programa para educación superior universitaria.
- Programa para otras modalidades.

c. Según áreas curriculares.
- Programa para persona social
- Programa para la comunidad integral.
- Programa para lógico matemática.
- Programa para ciencia y ambiente.
- Programa para educación religiosa, etc.

d. Según énfasis científico y axiológico.
- Programa sustentado en la teoría de Jean Piaget.
- Programa sustentado en la práctica de valores.
- Programa sustentado en las inteligencias.
- Programa centrado en el proceso investigativo, etc.(Plascencia 200/: 25)

2.1.4. Componentes de un Programa

Para formular un programa, a decir de Hernández (2006:43) hay que concebir la problemática, por ello deben efectuarse los pasos establecidos por la planificación, tales como:
Establecer una meta o conjunto de metas (unidas a los propósitos) Definir la situación actual.
Identificar las ayudas y barreras para lograr metas.
Desarrollar un conjunto de acciones, actividades para lograr objetivos y metas. Evaluación del programa en el sentido que deben considerarse los indicadores, avances, logros, funcionalidad, etc.

2.1.5. Evaluación de Programas

Para Hernández (2006; 14) y Plascencia (2007; 21) coinciden en señalar dos aspectos fundamentales: sus características y su adecuación al contexto en el que se requiere utilizar.
Para esto se utilizan instrumentos adecuados que permite una evaluación objetiva, permitiendo recoger los rasgos principales del programa y algunas valoraciones sobre los aspectos técnicos pedagógicos y funcionales.
Dentro de este contexto se da como posible respuesta al problema planteado antes.


2.1.6. El programa “realidad turística de Piura”

Esta propuesta fue diseñada por nosotros los investigadores y sirvió para reestructurar temas que conlleven a mejorar las actitudes de identidad que se quiso lograr mediante la modificación y diversificación del D. C. B. del primer y segundo año de educación secundaria en el que esta involucrado a los tres componentes como son historia y sociedad, espacio y sociedad, persona y sociedad los cuales están expresados en los contenidos históricos, geográficos y culturales regionales en las distintas etapas: pre-inca, inca-colonial, republica y rasgos de la localidad que ayudan a fomentar en el adolescente el valor querer y amar lo nuestro. Estos resultados se vieron reflejados en la culminación de nuestro programa la cual nos conllevo a corroborar el logro en los estudiantes quienes mostraran la evolución de su nivel de identidad y por ende comprobar las hipótesis planteadas

Nuestro programa “Realidad Turística de Piura”, consistió en el desarrollo de 12 actividades pedagógicas cuyos contenidos giraron en torno a las cuatro (04) dimensiones que consideramos vitales para fortalecimiento de la identidad regional de los estudiantes. Estos contenidos fueron:

§ Conociendo la herencia de nuestros antepasados
§ El pasado Arqueológico e Histórica de nuestra localidad.
§ Conociendo el espacio natural y cultural donde vivimos
§ Reconociendo y valorando nuestra identidad regional

Los resultados obtenidos en la aplicación del pre y pos test, evidenciaron que la mayoría de nuestros educandos se encontraban en un grado medio, es decir tenían conocimiento y sentimientos de pertenencia a su tierra, su cultura y espacio, pero no lograban comunicarlo ni expresarlo d e manera voluntaria, participativa ante los demás., y tras la aplicación del programa este nos permitió elevar y reforzar la identidad regional de los/as estudiantes del primer y segundo año de secundaria de las II.EE “José Olaya Baladra” de Becara, “Abraham Ruiz Nunura DE Letira y “San jacinto” de Vice – UGEL Sechura –Piura mediante la aplicación de sesiones de aprendizaje sustentadas en la actividad fuera del aula, la didáctica de usar los materiales arqueológicos e históricos in situ

2.2.- LA IDENTIDAD CULTURAL:

2.2.1. La Cultura:
La cultura es, en primer lugar, un todo integrado, una totalidad en la que se encuentran orgánicamente articuladas diferentes dimensiones de la vida social que hacen posible la identificación, la comunicación y la interacción entre los individuos. (Mantorel 1994:33)

Según Taylor “Cultura es todo complejo que incluye al conocimiento, creencias, costumbres, valores, arte, moral, y cualquier otra capacidad o hábito adquirido por el hombre por ser miembro de la sociedad”

Algunos ideólogos definen a la cultura como el cultivo de una forma integral de vida, es decir, aparece como el medio creado por la humanidad para entablar su diálogo con el universo. Este nuevo fenómeno de carácter internacional: la globalización planetaria, tiene efectos opuestos, como los de homogeneización y fragmentación cultural; estos efectos han derrumbado las identidades tradicionales. A través de los mecanismos de: desterritorialización y la deshistorialización.

La cultura es aprendida, adquirida y compartida (transmitida), los hombres no heredan sus hábitos, creencias, capacidades y conocimientos, los adquieren a lo largo de su vida, esto nos lleva a reconocer que la cultura es herencia del hombre (Julca; 1999: 118-120).

Según Lewrie “Cultura es todo cuanto el hombre ha producido en lo material y espiritual. Para la Antropología moderna no solo cultura es lo que ha conseguido transformado el hombre partiendo de la materia bruta, sino también como producto social del trabajo colectivo lenguaje, manera de sentir, creencias, ideales comunes”

“Debemos comprender que el proceso de globalización, al impulsar el movimiento de desterritorialización hacia fuera de las fronteras nacionales, acelera las condiciones de movilidad y "desencaje". El proceso de mundialización de la cultura engendra, por lo tanto nuevos referentes identitarios"(Ibiden118-120).

La globalización impacta en los procesos de identificación de la gente porque pone delante de ella a otros individuos que actúan como modelos para asemejarse o diferenciarse. Es decir que, "las nuevas sensibilidades y estilo de vida, la crisis de los sentidos, valores y creencias instituidos, el creciente privativo, neonarcisismo y hedonismo, en fin, las transformaciones culturales de la sociedad contemporánea, plantean la acción política cuestiones cruciales que afectan tanto su dimensión ética como institucional, entre ellas, la necesidad de reconstruir las identidades colectivas"

Según Ralph Linton “Cultura abarca elementos espirituales y materiales, se compone de rasgos complejo que van a diferenciar a los pueblos”

Cultura es una ordenación de significantes intervinientes dentro de la sociedad en la constitución del sujeto cuya internalización contribuye a producir semejanzas y diferenciación de los individuos y las sociedades (Villa real; 1990: 64 –72)

Reconocer nuestra identidad es reconocer nuestras diferencias, pero también es reconocer a otros. Ahora bien, ocurre que no sólo conocemos las otras culturas sino que, además, recurrimos a ellas o a ciertos elementos de ellas. La vía hacia la identidad reviste distintas formas según sea la situación de que se parte. La preservación de la propia identidad es un elemento indispensable de la resistencia a ser absorbidos por una cultura dominante. Tiene que presentarse bajo la forma de una reafirmación, a veces excesiva, de la propia tradición cultural, de la lengua, de las costumbres.

La construcción de una identidad cultural debe entenderse como un proceso de lucha política entre facciones sociales, siempre provisionales e inciertas, que pasa por la defensa y construcción de espacios expresivos y reflexivos que den cabida a múltiples manifestaciones estéticas y sociales. Las subculturas y contraculturas se han construido disputando esos espacios. Es la dinámica propia de su constitución, así genera sus vínculos internos y adquiere una identidad social.

a. Cultura Peruana:

La cultura peruana es un proceso creativo de valores materiales y espirituales que el hombre peruano construye a lo largo de su historia como un aporte original ala humanidad

La cultura es un fenómeno histórico: Es creación del hombre y se desarrolla junto con la evolución de la sociedad peruana.
Región, Cultura y Folclor

El clamor por la conservación y defensa de la identidad cultural regional no puede implicar, pues, la búsqueda de una supuesta homogeneidad, por el contrario, ha de significar el respeto por la heterogeneidad y la diversidad; también se trata de erradicar toda imitación, copia o plagio: “tendremos que cambiar los viejos mitos heredados sobre la superioridad del faro intelectual euroamericano que tanto ha condicionado nuestra vida política, económica y cultural y que nos mantiene en el atraso y pobreza permanentes”–Fals Borda-. Pero la superación de estas mentalidades subalternas no se puede alcanzar mediante la hipertrofia de lo terrígeno y localista.

Muchas veces nuestros gustos, colores y sabores costumbristas, no obedecen más que a la manipulación ideológica, provocadora de movilización y hasta de entusiasmo bélico, o mercantilista, de esta manera se confunden los “días de amor patrio”, establecidos por las gestas de próceres y de guerreros, con los arrebatos y el frenesí causado por las hazañas de los deportistas, con los triunfos de los “artistas” y representantes de la farándula criolla, o con los imperativos consumistas de las campañas publicitarias que nos compelen a ser “regionalistas si compramos lo nuestro”, o a “construir región”, si apoyamos al politiquero de turno. Igual propósito tiene el patrioterismo gubernamental que busca un mayor respaldo popular, mediante la excesiva ponderación de los símbolos que nos dan una supuesta identidad. Es más, el respeto por muchas tradiciones y costumbres de específicas culturas, puede estar en desacuerdo con la promoción de algunos principios y valores que tienen hoy un carácter universal. Estanislao Zuleta cuenta lo sucedido a un grupo de mujeres que en un congreso internacional sobre los derechos de la mujer, fijaron su repudio a prácticas consideradas bárbaras como la extirpación del clítoris, la infibulación y otras formas de mutilación genital femenina, efectuadas a las niñas de algunos pueblos africanos desde tiempos remotos. Por esta intervención, fueron rechazadas por algunas delegadas africanas que consideraron esto una indebida intromisión en sus “identidades culturales”.

El concepto de Nación y de Unidad Nacional, que tanto movilizara antaño, hoy se nos antoja como no muy claro, pues sólo se trata de una especie de entelequia semántica y jurídica, como una abstracción de orden simbólico que sirve para reclutar, levantar e incitar a las masas bajo los lineamientos de las élites que ejercen la hegemonía política y cultural. Un país puede poseer varias nacionalidades. Colombia es, precisamente, un ejemplo de diversidad cultural y regional. Nuestro país es un mosaico de etnias y culturas. En buena hora la Constitución Política de 1991 reconoció nuestra diversidad cultural, pero el simple reconocimiento de esta diversidad no puede significar el acatamiento acrítico de todo rito o tradición, como absurdamente se ha hecho con el reconocimiento de las ordalías, juicios, penas y castigos establecidos según las tradiciones y rituales indígenas, los cuales muchas veces no son más que implacables suplicios y torturas de corte primitivo o medieval.

El chauvinismo regional y el maniqueísmo parroquiano que, por ejemplo, para el caso de nuestro territorio tolimense, se entusiasma en la ponderación del tamal, del sancocho y de la lechona o, como lo anotara el escritor Hugo Ruiz, “en una vasta tradición de provinciana ingenuidad que ha permitido y aún exaltado el uso y el abuso del pintoresquismo y del encendido color local”, no está defendiendo el folclor ni la identidad cultural regional. El mismo Hugo Ruiz nos recuerda que Jorge Luis Borges anota que en El Corán, libro árabe por excelencia, no se nombran los camellos y nadie pone en duda su autenticidad.

Así mismo, vale la pena revisar la noción de folclor que manejan los sectores oficiales y los medios de comunicación. Como lo denominara Antonio Gramsci el folclor se concibe como si fuese algo extravagante “pintoresco”; algo que simplemente se recolecta, selecciona y clasifica. Por el contrario, el folclor debe estudiarse como una “concepción del mundo y de la vida”; implícita en los estratos populares de la sociedad. Es una concepción no elaborada, no sistemática, que el conjunto de las clases subalternas, en su desarrollo múltiple y contradictorio, contrapone a las concepciones “oficiales”. Es una “aglomeración de fragmentos de las varias concepciones históricas del mundo y de la vida, que se van insertando en la tradición. El folclor es la cultura popular, es el reflejo de las condiciones de la vida cultural de un pueblo. Es fragmentado porque, por definición, las clases subalternas se encuentran disgregadas en la sociedad civil; sobre ellas pesan los grupos dominantes con su hegemonía cultural”.

2.2.2.- Aproximación teórica a la identidad cultural
Entre estos debemos someter a valoración la tesis expuesta por el especialista del Centro de Investigaciones de la Cultura Cubana, Rolando Zamora, quien en “Notas para un estudio de la identidad cultural cubana” (1994), expone una serie de proposiciones que constituyen ideas básicas para comprender la profundidad que encierra el proceso identitario; éstas pueden resumirse en las prescripciones siguientes:

Se hace necesario el énfasis en que “lo idéntico”, en lo que respecta a la identidad cultural, existe solo en relación con el devenir histórico y los cambios que el mismo acarrea, lo que denota la no existencia de una identidad permanente o estable como producto terminado de un proceso previo.
La asunción de la identidad como un proceso comunicacional entre culturas, representadas por sus respectivos sujetos, advierte el carácter sociopsicológico de este concepto.
La definición conceptual y fenoménica de la identidad cultural debe expresar la continuidad de la historia como reflejo de su devenir.
Establecer distinciones entre dos procesos oposicionales: identificación y diferenciación, cuyas intervenciones inciden en la formación y consolidación de las identidades.
Diferenciar la identidad cultural popular de la identidad establecida por las clases y grupos dominantes.
Asumir la existencia de la diversidad dentro de una misma identidad.
En el análisis de la identidad cultural en Cuba es totalmente viable la introducción del concepto de transculturación, esbozado por el sabio cubano Don Fernando Ortiz.
La identidad ha de ser explicada a partir de sus manifestaciones en la cotidianeidad poblacional, donde puede interpretarse como una variable explicada o dependiente, cambiante en sus expresiones concretas: lenguaje, instituciones sociales, idiosincrasia, cultura popular, relaciones familiares, arte y literatura, etc.. Ellas están en función de un conjunto de variables independientes, entre las cuales resultan sumamente interesantes: el tiempo o momento histórico, espacio geográfico, estructura socioclasista, etnicidad, migraciones, género y generaciones humanas.

En esta misma línea de análisis teórico aparece un trabajo con análoga procedencia, bajo la autoría de las investigadoras Maritza García Alonso y Cristina Baeza Martín (1996), que obedece al título: “Modelo teórico para la identidad cultural”. En este volumen las autoras refieren como finalidad presentar un aparato conceptual-instrumental que “permita interpretar la diversificada información obtenida en los distintos ámbitos de indagación en los cuales se intente desentrañar procesos interculturales característicos”. M. García Alonso y C. Baeza Martín (1996: 11). La lectura y análisis de la fuente denota que la misma constituye una propuesta loable para hacer más objetiva la concepción del fenómeno estudiado.

En este sentido se hace necesario precisar las principales determinaciones que alcanza el modelo:
Asunción holística del fenómeno de la identidad, a partir de una apreciación total del mismo, donde se tiene en cuenta, no sólo los objetos producidos por una cultura, sino otros elementos como: el alter y el sujeto con el que se comunica, la herencia cultural de éste y la actividad de la cual los objetos son resultado.
Considerar la identidad cultural como un proceso socio psicológico, donde se tengan en cuenta la mismidad, la otredad y la relación entre ambas, en la conformación y expresión de la identidad cultural.
La apreciación de la identidad en distintos niveles, desde un grupo primario hasta una región supranacional, etc.
Al representar la identidad cultural un coeficiente de comunicación entre formas de cultura, la misma caracteriza el tipo de comunicación que se deriva de los sistemas sociales en que dichas formas se manifiestan.
La identidad cultural hace patente el derecho a la existencia, coexistencia y desarrollo de distintas formas de cultura, en las que los grupos humanos asumen sus proyectos de vida y actúan generando respuestas y valores retroalimentadores de la cultura.

En este modelo, de acuerdo con las direcciones plasmadas, se considera la identidad cultural de un grupo social determinado (o de un sujeto determinado de la cultura) como: “la producción de respuestas y valores que, como heredero y trasmisor, actor y autor de su cultura, éste realiza en un contexto histórico dado como consecuencia del principio socio psicológico de diferenciación–identificación en relación con otro (s) grupo (s) o sujeto (s) culturalmente definido (s). M. García Alonso 1996: 17-18)

En una cultura dada, estas respuestas de identidad se comportan de una manera sistémica por los grados de relación, compatibilidad, coherencia y complementariedad que denotan en el desarrollo de las funciones comunicativas con otros sujetos de cultura que, dada su alteridad, se consideran otros significativos; en tanto, en la interacción comunicativa, se estrecha la relación natural, estructural y consciente de la diversidad de identidades fenoménicas que conforman y cimientan la identidad cultural.

El concepto de cultura en el modelo objeto de análisis, constituye un pilar básico en su cosmovisión, el mismo es asumido como: “un sistema vivo que incluye a un sujeto socialmente definido que, actuando de manera determinada en una situación histórica y geográfica específica, produce objetos materiales y espirituales que los distinguen. La cultura en este sentido amplio surge (se forma) conjuntamente con el sujeto actuante e incluye su actividad y los productos de ésta”. Baeza Martín (1996: 17-18)

Cuando se procede al estudio del fenómeno de la cultura es posible percatarse que el concepto, que se ofrece en este modelo, se aviene a los criterios más generalizados en la antropología social contemporánea; donde éste se entiende como un conjunto de sistemas autosuficientes, que asimilan o rechazan influencias externas a partir de su propia estructuración y funcionamiento, al ser capaces de experimentar variaciones en estructuras y funciones a causa de fenómenos económicos, políticos, migratorios o sociológicos en general.

En las últimas décadas del siglo XX y en los años iniciales del presente siglo se presentan fenómenos sociopolíticos de indiscutible complejidad y trascendencia. Estos, por su expresión en el escenario mundial, conllevan a los estudiosos e investigadores de las diferentes disciplinas humanísticas, a abordar el fenómeno de la comunicación entre las culturas y a tratar de desentrañar las variadas y complejas interrogantes que de ellas se derivan.

En tal sentido, la investigación debe asumir el influjo del relativismo cultural en el mundo contemporáneo para hacer dejación de criterios que recurren a la asunción de las culturas como entidades o cuerpos homogéneos pocos mutables. Estos asuntos no se comprendían dentro del concepto de cultura vigente hasta la primera mitad del siglo pasado, sin embargo, la introducción de la problemática de la identidad cultural en dicho campo, ofreció el espacio idóneo para su solución.

Es por ello que “el concepto de identidad cultural pudiera ser considerado como de intención axiológica sin que la escala de valores que ello conlleva tenga obligatoriamente una connotación ética, ya que puede referirse a otros ámbitos de la ideología, la espiritualidad y la conciencia de los grupos humanos”. M. García Alonso y C. Baeza Martín (1996: 20)

En esencia, el modelo teórico de la identidad cultural de García y Baeza(1996) se estructura sobre la base relacional y funcional de seis componentes:

1. Sujeto de la cultura.
2. Otro significativo
3. Sujeto de identidad.
4. Actividad identitaria.
5. Objetos de la cultura.
6. Objetos de identidad.

La relación y funcionalidad de los anteriores componentes, en torno al proceso de formación y desarrollo de la identidad cultural, se expresan a partir de la interacción comunicativa entre un sujeto de cultura (grupo humano, socialmente organizado en cualquier nivel de resolución sociológica, que se comporta como heredero, autor, actor y trasmisor de una cultura geográfica e históricamente condicionada) y el otro significativo (otro sujeto de cultura), que al actuar como alter en el proceso comunicacional y generar los procesos de diferenciación-identificación propicia el desarrollo de la actividad identitaria (un complejo proceso de acciones materiales y espirituales, que lleva a cabo el sujeto de cultura en el proceso de comunicación con otros sujetos de cultura).

La actividad identitaria conduce a la transformación del sujeto de cultura en sujeto de identidad (sujeto de cultura que, en el proceso de comunicación con el otro significativo, se ha diferenciado de éste y ha reconocido como sujeto actuante su identidad cultural), el cual se cimienta en los valores culturales que evidencian y definen su identidad. Estos valores se distinguen de los objetos de cultura (son todas las producciones materiales y espirituales que el sujeto de cultura elabora) y se denominan valores u objetos de identidad (son producciones materiales y espirituales del sujeto de identidad objetivadas). Por todos estos procesos, gracias a la influencia de la memoria histórica, se conservan el conjunto de valores culturales identitarios que refrendan, sustentan y estructuran la identidad.

El estudio teórico del fenómeno de la identidad revela la amplitud cosmovisiva de su esencia y lo profundamente polémico que resulta su contenido. Estas cuestiones son evidentes a partir de la diversidad de posturas intelectuales y presupuestos que asumen y defienden los estudiosos del tema. Las tendencias transitan desde el sobredimensionamiento de determinados componentes del proceso, pasando por la definición y conceptualización de la rica variedad de sus esenciales, hasta imposturas que se orientan hacia el nihilismo existencial del fenómeno, conducente a considerar innecesarias las definiciones y formulaciones teóricas en torno a este concepto.

Varios son los autores cuya dirección científica se proyecta hacia la conceptualización de la identidad, en tal sentido pudieran señalarse los casos de A. Cristóbal (1995: 97), quien esboza que “la identidad comienza a manifestarse en el momento en que nos percatamos de las diferencias”. C. Torres (1995: 63), denota que “la identidad es igual al ser nacional y su imagen, sus tradiciones, su historia, raíces comunes, formas de vida, motivaciones, creencias, valores, costumbres, actitudes, conciencia de mismidad”. R. Pupo (1991: 39), define a la identidad como “comunidad de aspectos sociales, culturales, étnicos, lingüísticos, económicos y territoriales; así como la conciencia histórica en que se piensa su ser social en tanto tal, incluye la auténtica realización humana y las posibilidades de originalidad y creación”.

En el mismo contexto, E. Ubieta (1993: 32) asume la identidad como “un hecho cultural resultado de un proceso nunca concluso de autorreconocimiento que expresa una realidad objetiva y subjetiva de carácter histórico”. Para F. González Rey (1995: 28) la identidad es “un fenómeno subjetivo que pasa por los sentimientos y las emociones, espacio donde nos expresamos y vemos emocionalmente. La investigadora C. Marín (1995: 123) lo define como “un fenómeno multideterminado, que produce al otro en la medida que se define a sí mismo”. En el caso de G. Poggolotti (1995: 88) la identidad es entendida como “valor de síntesis en la medida que nos movemos en el terreno de la conciencia, en el cual intervienen, entre otros factores, algo tan importante como la memoria. La memoria no es la historia en su caos objetivo, sino tal como la vivimos; como nos ha sido transmitida por la tradición, entre ellos la tradición oral”.

Para los autores M. Arias; A. Castro y J. Sánchez (1998: 37), la identidad “es un proceso de formación y transformación, un proceso abierto, inacabado (…) y ese espacio convertido en una pradera dispuesta a recibir todas las lluvias, los vientos y las brisas, las semillas venidas de todas partes, sobre el fundamento de una capacidad de selección que asimila las influencias provechosas y se cierra a lo que pudiera dañarnos.”

Todas las definiciones anteriores son racionales y abordan científicamente el problema de la identidad; consideramos, sin embargo, que no logran abarcarlo en su compleja integralidad. Nuestra concepción de identidad, desde una perspectiva holística, considera los siguientes aspectos esenciales:

La identidad es diferenciación hacia fuera y asunción hacia adentro. Existe la identidad cuando un grupo humano se autodefine, pero a la vez es necesario que sea reconocido, como tal, por los demás.
La identidad es producto del devenir histórico y atraviesa distintas etapas; continuamente se está reproduciendo, situación que le permite desarrollarse y enriquecerse o debilitarse e incluso desaparecer.
La identidad presenta distintos niveles de concreción, se refleja en la vida cotidiana y en la cultura popular y adquiere vuelos a través de la creación intelectual del grupo portador. Esta producción, sin embargo, sería huera y vacía, si no sentara sus bases en el elemento popular.
La identidad de un grupo no significa completa homogeneidad entre sus miembros, ella no niega la diversidad, la heterogeneidad en su seno; aunque predomine lo común como regularidad.
La identidad se sustenta en la subjetividad humana, que constituye un factor de objetivación práctico social de sus valores. El individuo, no solo se reconoce como miembro de un grupo; sino que se percata de su cercanía con respecto a los demás miembros de su comunidad.
La identidad es un fenómeno social que permite la integración de grupos nacionales afines, a partir de la existencia de intereses culturales comunes. Esto hace posible la formación de identidades supranacionales.
La identidad tiene una estructura dialéctica compleja, en ella las formas superiores contienen o reflejan, de alguna manera, las inferiores. La misma parte de elementos simples como los ajuares domésticos, las vestimentas, etc.; se manifiesta en la idiosincrasia, las costumbres, tradiciones y el sistema de valores; marca la cultura popular y se expresa teóricamente en el pensamiento social y las creaciones artístico-literarias de una comunidad humana.
La identidad, como ya hemos afirmado, es dialéctica y, de hecho, contradictoria; en este sentido puede apreciarse que el concepto de lo que somos emerge de una comparación y comprobación siempre antitética, referida a las diferencias y a las similitudes. Desde esta óptica, el fenómeno de la identidad, al establecerse socialmente, se manifiesta en una dinámica funcional cuya expresión implica la posibilidad de ser modificada, dirigida o reorientada.

En el ámbito educativo, la identidad se manifiesta como la toma de conciencia de las diferencias y las similitudes referidas a comunidades, grupos sociales y entidades con procesos históricos similares o disímiles. El tratamiento a la dimensión identitaria de la educación implica la cosmovisión integral de los diferentes ámbitos de resolución social, natural y cultural del fenómeno, donde las relaciones del pasado y del presente se resumen en las culturas, proyecciones espirituales, imaginario social, formaciones político sociales, modos de producción y de vida, etc.; que han adoptado desde el pasado formas económicas, sociales y culturales propias.

Si se asume con racionalidad la dialéctica del tal manifiesto, entonces resultará evidente el peligro que entraña el sobredimensionamiento de algún componente social del proceso de formación etnocultural de la identidad; aspecto que adultera los esenciales de determinadas realidades históricas pues, a veces, dentro de un errático credo nacionalista, símbolos y formas comunes a superestructuras funcionales del pasado, son desencajadas de su sentido práctico para hacerlas parte de una estética supuestamente popular, pero producidas en serie para el consumo turístico o el mercado general.

En su obra “Identidad Nacional y Globalización” el sociólogo alemán Heinz Dietrich (2000), realiza un interesante análisis del fenómeno de la identidad y destaca como el mismo no es privativo de la sociedad, sino que se extiende a la naturaleza como “una constante en los sistemas biológicos en general. Se trata de un requisito general en los sistemas biológicos, sin el cual no pueden sobrevivir”. (2000: 129)

Las conclusiones de dicho sociólogo no dejan de tener valor para el análisis de la problemática de la identidad, compartimos muchos de sus preceptos conducentes al estudio del fenómeno como un proceso de equilibración de dos tendencias contradictorias: la conservadora, tendiente a la defensa de la idiosincrasia del sistema frente al entorno y la adaptativa, conducente a atemperar el sistema conforme a los cambios del mundo circundante. El proceso se dirige a evitar posiciones extremas cuya adopción conduciría a la pérdida de la identidad; en el caso de sobredimensionar la primera, el sistema perece por conservadurismo y en el segundo caso, se disemina en el entorno, sobrevive por adaptación; pero pierde su identidad como ente propio, deja de ser sujeto identitario y pierde su razón de ser.

2.2.3.- Teorías de la Identidad Cultural
a) Teoría psicológica de la identidad
La identidad es el sentimiento de mismidad personal, o sea el conjunto de cualidades esenciales que distinguen una persona de otra.
Lo individual y único, hace a una persona y crece con ella, porque cada cambio en la vida hay que incorporarlo a esa identidad para lograr la adaptación.
No es lo mismo ser hijo único que tener un hermano y esa condición puede llegar a perturbar mucho a un niño, al punto de producir un retroceso en su desarrollo, como volver a mojar la cama después de haber adquirido el control.
Perder al esposo después de muchos años de convivencia puede ser devastador. El viudo o la viuda dejan de ser cónyuges, parejas y compañeros o compañeras y tienen que aprender a vivir solos.
La identidad tiene incorporados los roles y cada rol que se pierde o se gana la modifica.
Perder el trabajo no es lo único que se sufre, porque también se pierde la identidad de ser una persona con trabajo.
Cada cambio en la vida modifica la actitud vital y la persona comienza a comportarse de manera diferente.
Los cambios en la conducta son la punta del iceberg, porque también internamente esa nueva circunstancia no deseada o esperada puede alterar los tejidos y los órganos; porque cada pensamiento es también una molécula.
Para poder ayudar a alguien que tiene un problema hay que llegar a conocer las causas originales que llevaron a esa persona a cambiar su actitud mental y también su biología.
Cada persona responde de una manera diferente frente a los estímulos que se le presentan y tiene una determinada actitud frente a las contingencias. Por esta razón es necesario, además de atender el problema puntual que la perturba, conocer cual es su forma habitual de vivir las experiencias.
Captar la individualidad de una persona es descubrir su dinámica vital, cuál es su característica única, intransferible y singular que hace de ella alguien diferente.
Esa peculiaridad la hace vivir su vida a su manera y también cuando se enferme lo hará a su modo. Porque no hay enfermedades sino enfermos.
Los problemas de identidad alcanzan el sistema inmunológico y una identidad lábil expresa esa condición también con el cuerpo.
La falta de firmeza en las convicciones también se manifiesta. Con la forma de pararnos, de dar la mano, con el volumen de nuestra voz, o la marcha nos identificamos.
Un cambio de actitud y de comportamiento modifica la identidad y los cambios en la identidad modifican la conducta.
Si elaboramos emocionalmente los cambios de la vida que rechazamos, y los aceptamos, podremos incorporarlos a nuestra identidad para poder seguir viviendo normalmente de otra manera

b) La teoría de Erik h. Erikson y el modelo de los estados de identidad
La teoría de Erik Erikson describe el desarrollo evolutivo de la Identidad.
El desarrollo de la identidad tiene su momento crucial en la adolescencia; esta etapa es importante desde la perspectiva del desarrollo y configuración de la personalidad pues en ella se definen aspectos de gran importancia para la vida futura.
La adolescencia es principalmente una etapa de desarrollo de una identidad, esto es, de la propia irrepetible individualidad personal, conociéndose a si mismo y siendo uno mismo. Este desarrollo se verifica en relación a los cambios y al esfuerzo de síntesis del yo en relación con estos cambios.
El joven llega por su propio camino y a su propia manera a este crecimiento y maduración. Pero se encuentra afrontando cotidianamente los problemas que le rodean.
Es normal que experimente una crisis y que muestre un cierto grado de desorganización y confusión ya que debe establecer un logro de identidad, definiendo aspectos claves de sí mismo y de su relación con el ambiente.
La resolución de la problemática de la identidad " se manifestaría en función de la experimentación de una crisis y de la realización de compromisos en aspectos centrales de la vida ,opción vocacional, creencias ideológicas y religiosas entre otros,".
Para Marcia los Estados de identidad en la adolescencia afectan y forman la identidad futura.
Estos estados tienen que ver con la forma como resuelve su crisis de identidad y va hacia el compromiso. Los estados de identidad que presentan diversos niveles de organización que pueden modificarse a medida que la persona desarrolla y son:
Logro de Identidad
Exclusión
Difusión de identidad
Moratoria
Erikson utiliza estos conceptos enfatizando como se definen en relación al compromiso y a la crisis:
Logro de Identidad: Después de una crisis en la cual ha gastado energías buscando opciones ahora manifiesta gran decisión.
Exclusión: toma decisiones pero en lugar de soportar crisis de identidad ha aceptado asumir los planes de otras personas.
Difusión de identidad: Evita a toda costa el compromiso. Es como un barco mecido por las aguas.
Moratoria: está aún en crisis: Se dirige al compromiso.
En relación a esta base teórica se han construido diferentes aproximaciones para una medición de las variables:
El contenido-extensión de un compromiso
La intensidad (fuerza/energía) de un compromiso
La extensión de la exploración
c) La escala de identidad de Groningen
Fue construida, de acuerdo a lo anterior, para definir las áreas en que podrían encontrarse compromiso en los adolescentes en áreas como política, religión, valores, escuela, ocupación futura, padres y casa, amigos, relaciones íntimas, rol sexual, sexualidad, personal, uno mismo y apariencia física, deportes y música, agrupando estas en 6 grupos de áreas:
Filosofía de la vida: Área que incluye política, religión, y valores en general
Padres , relaciones con los padres
Amigos manifiestan variados aspectos de la vida del adolescente que tienen importancia
Colegio, ocupación futura y tiempo libre
Características Personales, uno mismo y apariencia física
Relaciones interpersonales de Intimidad
Se utilizan 3 pasos dentro de los procedimientos:
Entrevista semiestructurada
La entrevista acerca de cada área, que incluye un resumen escrito por el entrevistado sobre lo que piensa de esa área
El entrevistado escoge cual de todos los compromisos es el que mejor lo describe. Cuando es escogido un compromiso, se contesta una lista de preguntas sobre el área en cuestión, con cuatro alternativas de respuesta. se evalúa entonces, la fuerza del compromiso y la exploración de dicho aspecto.
Cada uno de los pasos se repite para cada una de las áreas definidas.
La Entrevista semiestructurada se orienta a especificar estos compromisos en las 6 áreas mencionadas. El joven escoge el compromiso que expresa más sobre sí mismo, luego responde un cuestionario que mide la cualidad del compromiso y la cantidad de exploración sobre el área en cuestión.
Teoría de la identidad social

Tajfel, Turner y sus colegas (1986), propusieron que el individuo desea una identidad social positiva y propia y que en parte lo logra efectuando comparaciones entre su grupo y otro grupo relevante.
A causa de estos mecanismos de autoestima, se siente motivado a menospreciar otros grupos (con prejuicios o discriminación) para mejorar su yo y la estimación del grupo. La teoría de la identidad social hace suposiciones sobre la conducta entre grupos: Supone que nos definimos y nos evaluamos e partir de nuestro grupo social. Así pues, estos grupos ofrecen una identidad social a los miembros.

Tajfel y sus colegas (1986), demostraron los efectos cognoscitivos de la categorización de los grupos. Hace que los observadores exageren las diferencias intergrupales y debilitan las que perciben dentro del grupo. Estamos motivados para tener una autoestima positiva, de manera que nada nos impedirá alcanzarla. Una forma de conseguirla consiste en denigrar al grupo saliente, lo cual en teoría contribuye a mejorar la autoestima social de los miembros de nuestro grupo (Rubin y Hewstone, 1998). Tajfel, Turner y sus colegas (1986), postularon que, además de ello, una identidad social positiva se obtiene descubriendo las diferencias positivas entre nuestro grupo y otro grupo relevante. “Así pues, según la hipótesis básica las presiones para evaluar positivamente nuestro grupo, es mediante las comparaciones en el grupo/fuera del grupo llevan a los grupos sociales a intentar distinguirse entre sí”.
Ésta es la parte de la identidad global del yo que se relaciona con el grupo. Pero el grado de estimación asignado a la identidad, se relaciona con el contexto particular y con el estatus relativo de otros grupos dentro de él. Por ello el grupo, y por tanto el yo, se evaluarán más positivamente si otros grupos dentro del contexto tienen menos prestigio (Tajfel y Turner, 1985).


2.2.4.- Identidad cultural en el Perú

Considerando que la identidad cultural no es un resultado estático sino mas bien consiste en un proceso personal y social, que va desde los ámbitos más cercanos, como el familiar y local hasta los mas lejanos como el nacional e internacional.

Sabemos pues, del carácter pluricultural y multilingüe del país, que presente además gran variedad en su geografía. Clima, y diversas formas de vida de sus pobladores.

Esta situación dificulta que los peruanos reconozcamos nuestra identidad como nación única y diferente a otros países de América del sur y del mundo y que estas variedades y sus contrastes deben ser afirmados y revitalizados en un contexto de respeto tolerancia y convivencia pacifica. (Huertas: 1997:45)


Ejes Temáticos de la identidad Cultural en el Perú:

El área de identidad cultural comprende los siguientes ejes temáticos.
Participación ciudadana: Este eje se basa principalmente en la toma de conciencia de los participantes de su pertenencia y su rol activo en la sociedad.

Manifestaciones culturales: Este eje busca que los participantes reconozcan y se identifiquen con sus propias manifestaciones culturales, como son sus tradiciones, creencias, festividades, así como las danzas, alimentación y vestimenta.

Medio Geográfico: El estudio del medio geográfico comprende el reconocimiento del medio físico que nos rodea y su importancia en la vida de las sociedades.

Nuestra Historia: Pretende que el participante adquiera una visión analítica y crítica de las principales características sociales, económicas y políticas de cada época y poder analizar causas y consecuencias para así comprender mejor nuestra cultura de nuestro presente, para orientar nuestro futuro hacia el desarrollo sostenido.

Valores religiosos: En este eje interesa analizar y reflexionar sobre los valores personales, las creencias religiosas a través de la historia, tanto de origen andino como las enseñanzas de la iglesia católica.


2.2.4.- La identidad cultural y la globalización

En las últimas décadas del siglo XX, asistimos a un conjunto de trasformaciones económicas, sociales y culturales, cuyo vertiginosidad y complejidad no admite precedentes.

La globalización encierra un proceso decreciente internacionalización del capital financiero y comercial, nuevas relaciones políticas internacionales y el surgimiento de nuevos procesos productivos, distributivos y de consumo deslocalizados geográficamente, una expansión y uso intensivo de la tecnología sin precedentes. Por tal razón cabe cuestionarnos acerca del impacto negativo que este provoca, en particular en las realidades culturales de los pueblos sobre sus respectivas identidades, aceptando como un hecho ineludible la marcha hacia la aldea global, como paradigma de constitución del mundo con miras a la homogenización del planeta en lo político, lo económico, y lo social.

Dentro de este contexto, sin embargo, disminuyen en las posibilidades de los individuos de optar entre las alternativas que ofrece el gran mercado, por las que satisfaga sus necesidades.

Estos cambios no solo incidirán en la economía de un país, sino también en las costumbres y tradiciones del mismo.

La globalización es siempre “globalización”. Que implica transformaciones espaciotemporales que afectan los modos y estilos de vida concretas de las personas, producto de los cambios de escala y de la aceleración de los cambios, en especial de aquellos debido a las innovaciones tecnológicas y a los crecientes niveles de complejidad de la vida urbana. Así se reconfiguran los sistemas de percepción y representación del tiempo y el espacio, que constituyen el entramado básico de los mundo de la vida y de la historia concreta de los individuos y grupos sociales de sus mitos y ritos (GARCIA, 1995, 170-171)

Identidad es un elemento indispensable de la resistencia a ser absorbidos por una cultura dominante. Tiene que presentarse bajo forma de una reafirmación, a veces excesiva, de la propia tradición cultural, de la lengua, de las costumbres. Los pilares de la identidad son conocer la historia propia, reconocer nuestros valores, practicar la autoestima y la dignidad.

La globalización es una paradoja: beneficia mucho a muy pocos la vez que excluye o margina a dos tercios de la población mundial


2.2.5. Supuestos para pensar la identidad en tiempos posmodernos

Se presentan a continuación algunos de los supuestos básicos del pensamiento posmoderno que, en rasgos generales, comparten los pensadores representativos de este período:

- Rechazo ontológico de una subjetividad exclusivamente racional y transindividual a favor de un movimiento de autotrascendencia del sujeto
- Fin de las grandes narraciones y legitimaciones.
- Autonomía y especificidad de los discursos.
- Pérdida de la ilusión y de la necesidad de reconciliación.
- Transformación de los espacios públicos comunes en espacios de tránsito y no de permanencia.
- Consagración del instante.

Esta caracterización muestra una clara oposición al proyecto moderno de cultura (y, con él, un cuestionamiento a la noción de identidad cultural). Lo cierto es que edsto resulta de múltiples transformaciones culturales vividas por Occidente desde mitad del siglo XX. Es momento, entonces, de presentarlas a fin de vislumbrar algunas respuestas posibles.

2.2.6.- Transformaciones sociales, movimientos culturales: condiciones de toda creación sociocultural

Pertenecer a un grupo es una de las características de la identidad cultural. En ellos, lo simbólico de las relaciones atraviesa los capilares de la subjetividad hasta conformar la identidad básica de toda cultura: la identidad yo-sujeto que inicia la vinculación del sí mismo con el otro y que, a través de distintas transformaciones, va perfilando esa unidad bipartita con trazos que irán variando según sean los movimientos sociales que se realicen.

Agnes Heller analiza estas transformaciones sociales a partir de la posguerra, lo que permite comprender cómo se fueron dando distintas identidades culturales que son antecedentes y referentes de nuestra actualidad. Las llama: la generación existencialista, la alienada y la posmoderna.

Estas generaciones no compartieron el mismo discurso, sino que, por el contrario, son y fueron generadoras de nuevos significados imaginarios para las formas de vida, es decir, han generado divisiones culturales capaces de perfilar nuevas identidades a partir de la erosión de la cultura de clases.

Respecto de la generación existencialista, dice Agnes Heller, ésta alcanzó su punto álgido en 1950. Surgió enmarcada por las circunstancias de la guerra como una sublevación de la subjetividad contra la vida burguesa, sus normas y ceremonias. Su empeño era el liberarse en lo personal, pero por vía política. La generación alienada tuvo como marco el boom económico de la ideología de la abundancia que combinaba con el compromiso con el colectivismo social que generó múltiples movimientos, ya políticos y económicos, ya corrientes artísticas y conductas sexuales.

Aun así, desde el enfrentamiento contra la cultura positivista de los existencialistas hasta la generación alienada, en las sociedades opulentas existía el convencimiento de la necesidad de los valores comunitarios a pesar de las crisis históricas. Se podía volver a empezar si se vislumbraba un horizonte por construir. Se trataba de cuestionar valores inoperantes, pero no se cuestionaba la necesidad de los valores.

La actualidad, que dentro de esta caracterización responde a la generación posmoderna, sería el resultado de la desilusión de la percepción del mundo de la generación anterior. Su lectura del mundo se sintetiza en el lema "todo vale para todos", y esto, según la autora antes mencionada, es "la rebelión contra la fosilización de las culturas de clase y contra el predominio etnocéntrico de la única cultura correcta y auténtica, es decir, la herencia cultural occidental".

Encontramos, hoy, una sociedad en la que las palabras que son esenciales para pensar la problemática de los valores y de la identidad han perdido el sentido, a saber, justicia, gloria, virtud, razón, responsabilidad. Vivimos, entonces, en un período sin referentes para la acción moral.

¿Cómo pensar la identidad sin referentes históricos y sin la posibilidad de encontrar en las tradiciones el lugar desde donde proyectarse? ¿Cómo hacerlo si la voluntad parece aletargada cuando no lastimada?

Muchos son los factores que han provocado esta situación, entre ellos, el surgimiento de una sociedad de masas cuya psicología es la de la incomunicación "-que no es aislamiento ni soledad-, la de su adaptabilidad, la de su excitabilidad y carencias de normas, la de su capacidad de consumo, unida a su incapacidad de juzgar o, incluso, distinguir, y, sobre todo, ese egocentrismo y esa fatídica alienación ante el mundo"

Otro factor es la influencia de los medios masivos de comunicación con su carácter narcotizante, generador de un neoanalfabetismo hiperinformatizado a la vez que acrítico y desapasionado, a lo que se suma la pérdida de claridad de las funciones sociales de los individuos ante la reestructuración de las relaciones laborales. Todos ellos son emblemas de la instrumentalidad de la razón.

Sin rol específico que identifique la pertenencia a algún grupo social, sin pasión más que para ciertos eventos deportivos y con todas las posibilidades tecnológicas de comunicación a su alcance, el sujeto de hoy no puede sentirse expresado en un discurso omniabarcativo a pesar de la transculturalidad de todo lo recién mencionado. Puede identificarse por lo que consume: noticias, vestimenta, diversión.

Pero los elementos de consumo no están elaborados para permanecer, sino para ser agotados. Y, así, la elaboración de la angustia ante la falta de un discurso de permanencia se posterga ante nuevas posibilidades de consumo.

Cuando se vuelve sobre esta realidad, el hermeneuta se encuentra con que falta el discurso fundante capaz de abarcar el abanico de diferencias propio de todo imaginario social. Falta el deseo de compromiso porque es imposible reconocer a qué grupo se pertenece, en consecuencia, las instituciones pierden credibilidad y la efectividad de las normas se torna cuestionable, cuando no nula e inconcebible.

Hay más bien una conciencia de estar en tránsito, sin materiales tabú que puedan interferir en las decisiones particulares, antes que una conciencia reconciliadora, guardiana del orden y la permanencia de las tradiciones. Si la lógica de la identidad suponía una subjetividad constitutiva de significado, ya no se puede seguir pensándola así. La identidad, hoy, refiere más bien a una auto trascendencia personal y autónoma que a un supuesto de reconocimiento sustancial de reconciliación política y cultural.

Si de lo que se trata es de vivir al día, ya sea por cuestiones de falta de estabilidad laboral o por falta de solidez en los vínculos afectivos o de proyectos personales, el sujeto es incapaz de reconocerse como actor de su propia vida en donde lo imprevisible - que debería ser sólo un contribuyente al propio destino- se convierte en el acontecimiento por excelencia.

Sólo cuando el sujeto sea capaz de reconocer la unidad del relato que es su propia vida, podrá hablarse de una identidad cultural o identidad ética. Sólo un sujeto con estima de sí puede decidir sobre lo que es conveniente o beneficioso entre la cantidad y variedad de ofertas que se le presentan al estar expuesto continuamente y sin de otro referente que no sea su sí mismo.

2.2.7.- Pertenencia, estima de sí y autonomía

La estima de sí supone un juicio moral de situación y, por lo tanto, un carácter mediador. Esta se complementa con el respeto de sí como constitutivo básico de cualquier identidad "porque cuando en situaciones concretas la norma no puede ser una guía para la praxis, la estima de sí no sólo es una fuente, sino también un recurso para el respeto de sí, y es de esta relación entre situación ética (estima de sí) y norma moral (respeto de sí) que surge toda sabiduría práctica del juicio moral en situación"

En consecuencia, sólo cuando se vislumbra un horizonte donde la prudencia hace de cable a tierra puede pensarse en una obligación moral que evite la mala acción y el desinterés; por ello, no es difícil comprobar el bajo y hasta nulo nivel de autoestima de los individuos en cualquier sociedad en crisis, pero especialmente en la nuestra.

La tarea del hermeneuta es, entonces, repensar los supuestos que permitan recuperar la posibilidad de la autoestima y de la estima en la relación con el otro, de vislumbrar un horizonte de sentido que vaya más allá de la pantalla de televisión y de recrear los espacios en los que la discusión, el debate público sean posibles. Sin estos requisitos elementales, superar la crisis parece imposible, y el discurso de la identidad sería mesiánico y no humano.

De lo que se trata, cuando se habla de identidad cultural, es de aceptar al otro como parte necesaria para un sí mismo y para toda la comunidad que conforme el imaginario.

Mantenerse en la indiferencia es sólo posible para un pensamiento que no le interesa el obrar. Desde esta actitud errante, se privilegia lo fragmentario y la falsa autonomía, condiciones sobre las cuales es muy fácil encontrar testimonio en la actualidad.

La acción humana requiere siempre proyectos que la orienten; y así, es posible pensar la identidad cultural cuando me reconozco parte fundamental, imprescindible y responsable de la efectivización de los proyectos desde el lugar donde realice mi obrar: educación, política, administración, etc.

Si bien, como dice Adorno, no hay valor para pensar el todo, porque se duda en poder transformarlo, se trata de seguir intentando. El primer camino será el reencontrar el sentido de la experiencia de pertenecer a una comunidad sabiendo que los sistemas de exclusión son tan fuertes que han llegado a erosionar las bases mismas de la cultura (la cooperación intersubjetiva parece funcionar de maravillas cuando se trata de luchar contra los peligros de la naturaleza o de los ataques de otros grupos desestabilizadores y menos desinhibidos, pero esto más como instinto de supervivencia que como cuidado moral o autocrítica social).

Se trata de reconfigurar la realidad. De hecho, hoy, se oyen voces que claman seguridad, respeto, orden que quieren ser tolerantes sin verse maltratadas. Estos son vestigios inconfundibles de una identidad que no quiera verse asfixiada y que quiere superar la desagradable idea de que el otro, por ser otro, sea el enemigo.
Se trata de reinstalar la confianza, la esperanza, la utopía de una vida mejor.

La ideología tecnocrática sólo busca alimentarse a costa de cualquier sacrificio humano. Ya varias décadas atrás, se había visualizado el inminente peligro de la tecnocratización de la vida. Lo que ayer era inminente, hoy es real, está vigente y, si bien han surgido grupos contestatarios que privilegian la vida por sobre los adelantos tecnocráticos, esto es aún insuficiente desde una perspectiva humanitaria y ecológica.

Falta el replanteo radical, drástico, del rol del hombre en una sociedad que ofrezca no sólo oportunidades -cada vez menores- de empleo y -cada vez mayores- de consumo. Mientras falte la estabilidad política, económica, educativa y/o laboral; mientras no existan leyes que amparen, protejan y orienten a todos los individuos por igual sin privilegios y sin encubrimientos; mientras que la vida se vea amenazada, no se podrá saber con claridad de qué hablamos cuando decimos que hablamos de identidad cultural.

Si la ideología deforma y la utopía está en retirada, se trata de alcanzar la convicción, desde uno mismo, de que las soluciones de los problemas son posibles sin soluciones irracionales o teñidas de odio, sino respetuosas de la vida por sobre todas las cosas, ya que no hay identidad donde no hay vida, y la nuestra corre cada vez más serios peligros.

2.2.8. Crisis de la identidad cultural peruana

La memoria es importante para la cultura de un pueblo, ya que permite conservar información y experiencias ocurridas anteriormente. Se ha afirmado que existe la conciencia del ser peruano; sin embargo, hay que aprender a gerenciar, cabalmente, a nuestro país. El Perú, país de distintos rasgos, construye su identidad en la fragmentación. “El Perú es producto de muchas identidades. ¿Cómo entonces establecer una identidad? La educación debe profundizar en el conocimiento de lo que somos y no las ideologías que han sido creadas para la exclusión” (Carrillo 2005:26).
Tomando en cuenta los problemas y consecuencias existentes en nuestra patria, una buena enseñanza de nuestra historia en las escuelas aparece como la mejor solución al problema de identidad. Los alumnos deben estudiar temas que desarrollen sus áreas cognitivas, afectivas y sociales. Para el logro de esto, se requiere que el alumnado trabaje temas concernientes a su región, de modo que potencialice su sentido de identidad y conciencia ciudadana. Además de ello, es necesario la aplicación de talleres de sensibilización, cuyo objetivo es que los alumnos busquen posibles soluciones a las anomalías históricas estudiadas en clase y la superación de resentimientos sociales heredados como el terrorismo. Finalmente, se debe aplicar fichas pedagógicas que desarrollen los puntos más esenciales de nuestra historia y así evitar textos memorísticos altamente disfuncionales (Carrillo 2005:) “Nuestra historia no debe ser un pasatiempo de hechos vividos, sino debe ser analizada y criticada para planificar un mejor futuro [...] la historia construye y desarrolla la conciencia de identidad de un pueblo” (Carrillo 2005:65).
Las consecuencias de cómo gerenciar nuestro país en este mundo globalizado, también repercuten en nuestra identidad. Basadre comentó: [...] aunque es tan rico y complejo el pasado del Perú, lo que importa, sobre todo, no es lo que fuimos sino lo que podamos ser.(Carrillo 2005:69) De esta forma, una cosa es la identidad como autodescripción consciente a un grupo cultural determinado, y otra el conglomerado de influencias culturales que han contribuido a formar nuestra manera de relacionarnos (Ansión 2001:65). Por ello, el Estado debe intervenir, responsablemente, en la patentación de aquellos productos que formen nuestra identidad y que con la globalización han adquirido un mayor interés comercial (gastronomía, artesanía, música, etc.). De igual manera, se debe actuar con la promoción interna y protección de nuestros circuitos turísticos, de modo que los peruanos, a un bajo costo, conozcamos nuestra patria tal como sucede en México. El deporte, bien gestionado, también enriquece la identidad. Desarrolla física y mentalmente a la nación, así como en el crecimiento de una autoestima peruana colectiva.
En nuestro país, la gestión de la biodiversidad animal, vegetal y mineral influyen en la formación de identidad de los habitantes. La acuicultura es uno de los econegocios de mayor demanda global. Un ciento de la comida marina consumida en el mundo proviene de granjas de conchas y peces. Esto, en nuestro país, abunda. Sin embargo, no son aprovechados al máximo (Brack 2004:173). De este modo, se hace necesaria la participación estatal y de organismos pertinentes para el incremento de desarrollo de estas áreas. Cuidando estos aspectos, el país fortalecerá su diversidad cultural, habrá una mayor identificación en la población con estos recursos y, por ende, un mayor interés por el cuidado y crecimiento de lo nuestro.
Se dice que el Perú de hoy está progresando; no obstante, aún no se hace lo necesario para obtener un recurso humano de calidad y productivo. Se necesita invertir en educación para generar desarrollo. De lo contrario, seguiremos eligiendo malos gobernantes, siendo cómplices de su corrupción y aceptando la subordinación. Nuestro país, rico en su diversidad cultural, nos brinda identidad y personalidad frente a otras naciones. Aprovechemos esta ventaja y aprendamos a conocerla, amarla y defenderla.

2.3. TURISMO CULTURAL
2.3.1.- Definición
El Turismo cultural es una modalidad de turismo que hace hincapié en aquellos aspectos culturales que oferta un determinado destino turístico, ya sea un pequeño pueblo, una ciudad, una región o un país. En los últimos años ha cobrado cierta relevancia en aquellas zonas que han visto limitados otros tipos de turismo: sol y playa, deportivo, etc.
El Turismo Cultural se define como "Aquel viaje turístico motivado por conocer, comprender y disfrutar el conjunto de rasgos y elementos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social de un destino específico" (SECTUR-CESTUR, Estudio Estratégico de Viabilidad de Turismo Cultural, 2002).
Este tipo de turismo precisa de recursos histórico-artísticos para su desarrollo. Es más exigente y menos estacional.
Urbano:
Monumental: arqueológico:
De compras: vinculado a las compras a buen precio o exclusivos.
Etnográfico: vinculado a las costumbres y tradiciones de los pueblos.
Literario: motivado por lugares o eventos de carácter bibliográfico.
De formación: vinculado a los estudios, fundamentalmente los de idiomas.
Científico: es una oferta turística para realizar investigaciones
Gastronomico: vinculado a la comida tradicional.
Etnologico: vinculado a los pueblos tradicionales
Industrial: motivado por la visita a fábricas.
Itinerante: se desarrolla en varios lugares.
Turismo Cultural juega un papel muy importante para dar a conocer, preservar y disfrutar el patrimonio cultural y turístico de nuestro país. Los efectos que genera el tratamiento adecuado del turismo cultural, desde una perspectiva de mercados, trae como consecuencia, la satisfacción del cliente, la conservación del patrimonio de uso turístico y el desarrollo económico y social de las comunidades a partir de la generación de nuevos empleos.
Hoy día el producto turístico cultural también esta siendo respaldado cada vez más por otras Dependencias e Instituciones Gubernamentales que han destinado recursos económicos para su desarrollo y consolidación en el mercado turístico

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